Por recomendación de la amiga librera Betsaide Ochoa cayó en mis manos el libro El Director, del periodista y escritor español David Jiménez. No tenía este libro en el radar, y leerlo, ha sido una excelente oportunidad para acercarme a un testimonio de primera mano sobre los entresijos del poder y la prensa escrita en España.
Jiménez fue director del diario español El Mundo entre 2015 y 2016. Formó parte de una seguidilla de destituciones de directores en este emblemático periódico editado en Madrid.
Tras leer el libro de Jiménez queda en claro que, detrás de todo aquello, lo que transcurría era una despiadada lucha de poder interno en este medio de comunicación, junto a un reacomodo de la relación entre prensa y poder en España.
La lucha interna de El Mundo, que cuenta en primera persona Jiménez, tiene al menos tres aristas. Este periódico español como parte de un conglomerado internacional cuya cabeza estaba en Milán, Italia; las harta contradicciones de periodistas y jefaturas periodísticas enfrentados a administradores y ejecutivos de las empresas mediáticas; y algo que es época más reciente, las resistencias al cambio tecnológico en medios de prensa que cimentaron su negocio y su dinámica de trabajo en la edición impresa.
Desgrano esto último. Jiménez fue contactado para dirigir al periódico, en el que había trabajado desde que aún era estudiante (ingresó como pasante), justamente cuando disfrutaba de una beca Nieman de la Universidad de Harvard que le permitió trabajar en el Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), todo ello centrado en los desafíos digitales de la prensa.
Él esperaba, y cualquiera que sea sacado de la experiencia de la beca Nieman para dirigir un periódico, que si iba a dirigir El Mundo sería para alcanzar finalmente una fuerte edición digital del diario que había sido fundado en 1989.
Este diario fue, durante mucho tiempo, una suerte de jamón y queso dentro de un sanduche, ya que se encontraba en una posición intermedia entre el conservador y tradicional ABC y el innovador y progresista El País.
Una de las contradicciones mayores a las que se enfrentó Jiménez tenía que ver con la idea de que sí había que adaptarse al cambio, a los nuevos tiempos digitales, pero al mismo tiempo la natural resistencia humana a dichas transformaciones.
El proyecto digital de Jiménez quedó abortado incluso antes de que él fuese destituido. De forma increíble los ejecutivos aún soñaban con que la edición impresa fuese el pivote financiero de la empresa y por tanto querían apostar e inyectarle recursos al papel y no a la web.
La otra trama que tiene este libro, y que resulta muy reveladora, versa sobre el papel de un periódico en el juego de poder. El Mundo, con lectoría en papel decreciente y caída en los anuncios, dependía mucho de anunciantes, por un lado, de una relación no conflictiva con el poder político, especialmente en la época en la que Jiménez fue director (2015-2016), cuando gobernaba en España Mariano Rajoy, en medio de acusaciones de corrupción de diverso calibre.
La red de corrupción, sin embargo, unía a ambos hilos, tanto al poder económico (las grandes empresas) en una relación ventajosa con el poder político. Hacer periodismo implicaba pisar callos, y al destapar los casos sonados de manejos ilícitos de fondos públicos la historia podía desembocar en algún empresario prominente también salpicado.
En la medida en que Jiménez adelantó un trabajo de investigación, o incluso de darle seguimiento a los escándalos que ya otros medios españoles hacían públicos, en esa misma medida se grajeaba enemigos entre los grandes anunciantes y dentro del alto gobierno.
Tras leer el libro queda un sabor amargo para el lector interesado en la existencia de un periodismo fuerte e independiente. El Director es la historia de una derrota, no de Jiménez como persona, sino de cómo el poder se impone sobre la prensa. A fin de cuentas el perdedor resultó ser el periodismo español.
Este artículo fue previamente publicado en Efecto Cocuyo