Nicmer Evans: tres consideraciones sobre su arbitraria detención

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Conocí a Nicmer Evans cuando ya estaba de vuelta. Con su estilo ponderado, hace 5 años marcó distancia del régimen de Nicolás Maduro. Pública y, a mi modo de ver, de manera valiente fijó su hoja de ruta política con la que a veces coincido y otras tantas no. Para mí su gran valor reside en cuestionar, desde posiciones de izquierda, al grupo que cooptó el poder político y las instituciones.

Sería motivo de otro artículo analizar si Maduro ha logrado tal control político precisamente gracias al terreno que le dejó abonado Hugo Chávez. Pero esa es harina de otro costal.

Regreso al caso de Nicmer. Al momento en que escribo estas líneas él ya ha pasado a engrosar la lista de presos políticos en VenezuelaSu delito: opinar, cuestionar y contradecir. Hizo uso de la palabra pública y recibió la mayor sanción en nuestro país, perder la libertad y pasar a estar en un calabozo de la Dirección General de Contrainteligencia Militar, un lugar denunciado como centro de torturas.

La primera consideración del caso de Evans tiene que ver con lo que diversos analistas han bautizado como la “neolengua”. No es algo exclusivo del chavismo. Gran parte de los regímenes autoritarios que logran permanecer largo tiempo en el poder entienden que un modelo de control sobre la vida ciudadana es lograr que hasta los opositores hablen con las claves que impone el poder.

El poder del lenguaje me quedó en claro en una discusión entre los años 2007-2008 en los postgrados de Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar. A una clase fueron invitados varios activistas de derechos civiles e incluso algunas personas que habían sido atropelladas cuando salieron a las calles a protestar pacíficamente. “Yo sí soy escuálida”, vociferó una de las participantes. Se trataba de una mujer con estudios de pre y postgrado. Ese día entendí que el poder ganaba si mi autodefinición me la daba el propio régimen.

El asunto de la “neolengua” cobra relevancia en el caso de Nicmer. A Evans se le achacan unos supuestos delitos en una “ley” que no es tal. El chavismo bautizó como “ley” a un documento que emanó de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), una entelequia que en tres años no ha generado el primer artículo de la supuesta nueva constitución que debía redactar.

Tras revisar diversos artículos sobre el caso de Evans no encuentro que nadie haya reparado de que hablamos de una “ley” que no es tal, ya que no surgió de la Asamblea Nacional. La llamada ley contra el odio es una imposición del poder.

La segunda consideración es mi lectura política de este caso. El régimen de Maduro necesitaba un caso simbólico, a mi manera de ver, de sancionar a uno que fue y dejó de ser parte del chavismo, para enviar un mensaje claro. Aquí el que se pase para la acera de enfrente y nos cuestione en público va a terminar preso.

Los sistemas dictatoriales suelen usar casos emblemáticos. El conjunto de la sociedad o de los actores políticos lo entienden a cabalidad. Sucedió con el cese de la señal a Radio Caracas Televisión (RCTV) en 2007. Tras aquello hubo una notable y extendida recomposición de los programas de opinión en radio y televisión. Pasado a una notable autocensura. Se había comprendido el mensaje.

La tercera consideración está relacionada directamente con la libertad de expresión. Cobra sentido en el caso de Evans la frase que se suele atribuir a Voltaire: No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.

Básicamente defendemos la libertad de expresión de quienes no piensan como nosotros o mejor aún de quienes piensan y se expresan de una forma diametralmente distinta. Defender sólo a aquellos con cuyas ideas y opiniones comulgo no es, para nada, una defensa de la libertad de expresión.

Puedo no estar de acuerdo con lo dicho por Nicmer Evans, pero en el fondo lo que defiendo es el derecho a que él, y todos, nos podamos expresar sin temor a represalias.

Para rechazar la arbitraria detención de Evans, quien es director del medio digital Punto de Corte, he colocado varios mensajes en Twitter. De forma inaudita varios tuiteros reaccionaron diciendo que estaba bien, estaban de acuerdo con la detención arbitraria de Nicmer Evans porque éste había sido chavista.

Con mucho pesar asimilo lo que era inevitable. El chavismo ha permeado no sólo a los que se identifican con Maduro, sino que ha marcado con su intolerancia y sed de venganza a no pocos que dicen defender la causa democrática.

Este artículo fue previamente publicado por Efecto Cocuyo