El coronavirus ha desatado una crisis sin par en la historia reciente de la humanidad. Es una crisis nacional, ya que muchos países deben hacer frente de forma particular al COVID-19, pero también estamos ante una crisis global. Es realmente una pandemia.
En general se asume que en momento de crisis se debe restringir la circulación de información y la libre expresión. No lo hacen solamente los gobiernos autoritarios. Muchas democracias también apuntan medidas restrictivas como respuesta a lo desconocido. Esto es un grave error. La respuesta de gobiernos, en cualquier lugar del mundo hoy, debería ser una apertura lo más amplia posible.
En tiempos de coronavirus, una sociedad informada tendrá mejores herramientas para hacer frente a lo que le toque vivir, en medio de situaciones inéditas y sin perspectivas de solución en el corto plazo.
No es fácil. Pero sin duda en un marco amplio de debate, con circulación de información y libertad de expresión, tendremos a una sociedad mejor preparada.
En crisis, sociedades más informadas
Traigo este tema a colación dada la relevante y reciente declaración que hicieron los relatores para la libertad de expresión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el representante para la Libertad de los Medios de Comunicación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
“No es momento para que los gobiernos hagan propaganda de sí mismos.”
Estos tres expertos, con posiciones especializadas en la comunidad internacional, apuntan algo que me parece neurálgico: “La salud humana no sólo depende del fácil acceso a la atención sanitaria. También depende del acceso a información precisa sobre la naturaleza de las amenazas y los medios para protegerse a sí mismo, a su familia y su comunidad. El derecho a la libertad de expresión, que incluye el derecho a buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo, independientemente de las fronteras, a través de cualquier medio, se aplica a todos, en todas partes, y sólo puede estar sujeto a restricciones limitadas”.
Yo diría que las restricciones en verdad deberían ser excepcionales. Y más en medio de una pandemia.
Esto significa, en términos prácticos, que “los gobiernos proporcionen información veraz sobre la naturaleza de la amenaza que supone el coronavirus”. Cada país tiene sus particularidades y cada gobierno debe dar respuestas adecuadas a su contexto. La condición de veracidad cobra relevancia en este punto. No es momento para que los voceros oficiales, en aras de obtener “beneficios” por su ejercicio del poder, mientan o distorsionen la información.
Si hay una cosa grave que comunicar, debe ser dicha por los gobiernos. Asegurar que la situación está controlada sólo debe ser un anuncio cuando se tenga un efectivo manejo sobre la propagación del virus a nivel nacional.
No es momento para que los gobiernos hagan propaganda de sí mismos, difundiendo mensajes de autoelogio. Aún queda bastante camino por recorrer como para sostener que se ha vencido al COVID-19.
Una pandemia en tiempos de redes sociales
Para los relatores, “el acceso a Internet es crítico en un momento así (…) los gobiernos deben, con carácter prioritario, garantizar el acceso inmediato al servicio de Internet más rápido y amplio posible”. Esto es fundamental, en el mundo de hoy. En mi opinión, la crisis del coronavirus, al ser la primera pandemia en tiempos de redes sociales, reivindicará al Internet como un derecho humano fundamental.
Es tarea de los gobiernos, en este contexto de crisis tan particular, ofrecer las condiciones necesarias para que el Internet funcione de forma adecuada, y sea canal privilegiado para la circulación de información y para que los ciudadanos puedan ejercer su libertad de expresión, sin cortapisas.
Un tercer aspecto destacado por los relatores de la libertad de expresión de estos organismos internacionales es la protección de los periodistas. Los periodistas son esenciales en la función pública de informar. En un momento de crisis es indispensable proveerles de seguridad, en todo sentido, para que puedan continuar con su tarea.
“El periodismo cumple una función crucial en un momento de emergencia de salud pública, en particular cuando tiene por objeto informar al público sobre información crítica y monitorear las acciones del gobierno”, reza la declaración que hemos glosado en este artículo.
Es tal vez uno de los puntos más contradictorios. No pocos gobiernos ven a los periodistas y medios de comunicación como sus adversarios. En este contexto, algunos regímenes han optado por cercar aún más al periodismo independiente. No es fácil, para algunos gobernantes, proteger a periodistas y medios de comunicación para que éstos puedan ejercer la crítica pública y cuestionar justamente a esos gobernantes.
La crisis del coronavirus será oportunidad para evaluar también el comportamiento de Estados y Gobiernos, en relación con la libertad de expresión e información. Y a la hora de hacer balances, ver si efectivamente la mayor libertad terminó siendo la medida más adecuada en este tiempo.
Este artículo fue previamente publicado en Efecto Cocuyo